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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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02-11-2011

 

 

 


 

 

 


Fetichismo parlamentario

SURda

 

 

España




Manuel M. Navarrete




“Se comete un error de cálculo si no se tiene en cuenta que el derecho fue originalmente violencia bruta y que el derecho sigue sin poder renunciar al apoyo de la violencia” (Sigmund Freud)

Son los momentos difíciles los que, en política, retratan a cada cual. Ante el comunicado de ETA, en el que la organización vasca ha anunciado su abandono de las armas, el coordinador general de Izquierda Unida (Cayo Lara) ha realizado unas declaraciones nada polémicas para los rotativos y telediarios oficiales burgueses, pero que, sin embargo, deberían ser tremendamente polémicas desde la óptica de la izquierda transformadora.

En primer lugar, Cayo Lara ha declarado que “ se trata de una gran victoria de las fuerzas democráticas que hemos defendido siempre la aplicación del Estado de Derech o. Estamos ante un momento histórico, que debería haberse producido tras la conquista de la democracia, evitando así tanto dolor y tantas víctimas inútiles, con las que somos solidarios y que merecen hoy un reconocimiento especial ”.

Obedeceré prudentemente a la censura y obviaré por el momento el problema vasco (por ejemplo, que entre dichas “víctimas que merecen reconocimiento” figuren criminales fascistas como Melitón Manzanas y Carrero Blanco), ya que, obviamente, hay muchas maneras distintas de “estar contra ETA”. Y Lara no le reprocha a ETA que haya estado tácticamente equivocada (como ha hecho una parte de la izquierda revolucionaria), o que se haya descolgado de la lucha de masas, o que aún no se den las condiciones para ese tipo de lucha, por recordar otros de los lugares comunes habituales. Por no hablar, ni siquiera habla Lara de ética.

Lo que Cayo Lara reprocha, más allá del tema vasco, es la posibilidad misma de la lucha por cauces no electorales, incurriendo en el más estrecho fetichismo parlamentario y hablando de un idílico “Estado de derecho” en el que, al parecer, vivimos desde la “modélica” transición.

Justamente ahora, cuando cada vez más voces cuestionan esa supuesta transición y niegan que vivamos en una “democracia real”. Justamente ahora, cuando más que nunca se habla de alternativas al parlamentarismo burgués, de poder popular construido desde abajo. Justamente ahora que cada vez más fuerzas sociales plantean que el verdadero poder (empresas, ejércitos, policía) reside fuera del parlamento. Que el capital es, en palabras de Itsván Mészaros, la fuerza extraparlamentaria por antonomasia. Que las elecciones “democráticas” no son más que un espejismo mistificador, dada la abismal diferencia entre la financiación de los de arriba y la de los de abajo. Justo ahora, sin embargo, este político no parece haberse dado cuenta de que, si las elecciones pudieran cambiar algo, ya serían ilegales.

Cayo Lara dice más de lo que está diciendo. No opta, como hacemos todos, por mantener un prudente silencio con respecto a determinadas cuestiones, algo a lo que nos obliga la propia ley del Estado capitalista (lo que a su vez demuestra que esto no es ninguna democracia, ningún “Estado de derecho” neutral en el conflicto entre los capitalistas y la clase trabajadora), sino que se pronuncia claramente sobre el modelo de lucha política que defiende, haciéndonos descubrir cuáles son para él las fuerzas democráticas: las que acatan el actual marco institucional y constitucional.

Pero la cosa no queda ahí, porque Lara ha declarado que “ las armas tienen que estar verificadas encima de la mesa y en poder del Estado ” y, una vez producido este paso, “ será el momento en que se tenga que hablar entre las fuerzas políticas democráticas ” a nivel estatal para la consolidación de la paz y el fin de la violencia. Como decimos, esto va más allá de la insultante ignorancia de Cayo Lara con respecto al conflicto vasco (o de su cobardía), afectando a los fundamentos mismos de la lucha política en general y retratando a la perfección el modo de concebirla por parte de la izquierda institucionalizada.

Repasemos. Las armas deben estar en poder del Estado capitalista, ya que la lucha política se concibe como una lucha meramente institucional, electoral. Por supuesto (estamos de acuerdo), ETA era violenta. Pero, en cambio, al parecer, para Cayo Lara el Estado capitalista español no lo es: ni en Afganistán o Libia, ni aquí mismo al reprimir desahucios, huelgas o manifestaciones. En fin, lo mismo que cuando hablan Rubalcaba o Rajoy. Lo de siempre: los violentos contra los “demócratas”.

Porque para ellos, para los parlamentarios, no es violencia que suba el IPC y los salarios se estanquen o bajen. No es violencia que haya especuladores por un lado y gente sin casa por el otro. No es violencia que los banqueros acaparen millones en la bolsa mientras en el mundo real existen bolsas de pobreza y marginación. Tampoco es violencia que la ley, la Constitución del 78 y el Estado capitalista permitan y garanticen todo esto. No es violencia que los empresarios abusen y quien proteste o se afilie a un sindicato sea despedido. No es violencia que tengamos que aceptar estas normas o, de lo contrario, vayamos a la cárcel. No es violencia que sepamos que debemos acatarlo todo y defender el carácter “democrático” de este sistema de saqueo, imperialismo y opresión, porque existen fusiles ocultos que nos están apuntando ahora mismo.

Para ellos, para los parlamentarios, la violencia estructural, objetiva, sistémica (por usar la terminología de Zizek), no es tal violencia. O, dicho en otras palabras, para ese hombre llamado Cayo Lara, que pronto será parlamentario y que ya ha sido neutralizado, cooptado por el sistema, el Estado burgués tiene toda la legitimidad para detentar el monopolio de la fuerza, ya que es un árbitro situado por encima de las clases, y no un instrumento de la clase dominante para perpetuarse, como defendería el pensamiento marxista. Olvida asimismo Lara la diferencia entre el poder fáctico, inalcanzable a través de las elecciones, y el mero gobierno.

Asimismo (y esto sí atañe ya expresamente al tema vasco), señala Lara que “ hoy no toca hablar sobre el posible acercamiento de presos ” u otros temas, dado que “ primero hay que dejar de poner bombas y, además, entregar las armas ” y, a partir de ahí, hablar de todos los asuntos. Es realmente increíble que para el líder de IU hoy no toque hablar de los derechos de los presos políticos, del derecho de autodeterminación o la derogación de la Ley de Partidos. Parece ser que no estamos ante cuestiones de principios que han de defenderse sencillamente siempre, sino ante temas que deben posponerse. Pero, ¿por qué?

¿Por qué no podemos defender lo que defendemos? ¿No es la autodeterminación un derecho democrático, cuyo ejercicio, para bien o para mal, podría solucionar el conflicto vasco? ¿No podría decirse lo mismo de la derogación de toda la legislación represiva? ¿No deben los derechos democráticos (como todo aquello que se considere justo) defenderse firmemente en todo momento, independientemente de la existencia o no de lucha armada, violencia estatal contrarrevolucionaria, conflicto político-militar, etc.? De hecho, ¿por qué no es justo ahora el momento idóneo para defender estos u otros derechos? ¿Por qué no ha de ser precisamente ahora una prioridad en nuestro discurso?

Por si fuera poco, Cayo Lara ha mostrado su reconocimiento a la labor de todos los gobiernos que “ con mayor o peor fortuna han intentado acabar con ET A ”. ¿Debe alabarse la labor de los creadores del GAL, del terrorismo de Estado o de la Ley de partidos? ¿Debe elogiarse a los responsables de las torturas, las ilegalizaciones o la conculcación de derechos?

Tal es el fetichismo de Cayo Lara, su fe en el “Estado de derecho” y en los cauces institucionales, que en estas mismas declaraciones se lamenta de que Gadafi haya sido asesinado, en lugar de juzgado por la Corte Penal Internacional. No entraré ahora en la traición al antiimperialismo y el movimiento anticolonial histórico que ello supone. Lo que nos interesa en este escrito es que dicha corte, dicha institución es un simple instrumento del imperialismo (como lo son del capitalismo las instituciones del supuesto “Estado de derecho” español), que jamás juzgará los mayores crímenes de guerra: los cometidos por la administración norteamericana, británica, francesa, española o de otros países imperialistas.

Creer en la legitimidad de instituciones imperialistas o capitalistas como la corte penal internacional o el “Estado de derecho” español es un error sólo posible si se parte de la aceptación de las reglas del juego. No en vano, hace unas semanas el coordinador general de IU declaraba que " a l socialismo o casi al socialismo se puede llegar con la Constitució n ”. Fetichismo incluso constitucional de un político que, por tanto, no sólo no se opone al sistema, sino ni tan siquiera al régimen.

IU está perdiendo una oportunidad de oro para diferenciarse del discurso de los partidos del sistema (y para buscar futuras alianzas, o al menos unidad de acción en el parlamento con otra importante fuerza de la izquierda como es la izquierda patriota vasca). Lo más triste es que no puede uno extrañarse ya de nada, en una organización heredera del “eurocomunismo” y el “compromiso histórico”, que simula haber olvidado el obvio hecho de que toda revolución implica necesariamente un enfrentamiento armado, ya que, tarde o temprano, los que están en el poder sacarán los tanques a la calle.

Por suerte, cada vez son más las izquierdas que comprenden que, si el poder reside fuera del parlamento, la lucha fundamental para derrocarlo también tendrá lugar fuera del mismo.





 
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